Su origen se encuentra a finales del siglo XV, cuando la política medieval fue suistituida por las monarquías, las cuales concentraban el poder en el monarca. Este poder era considerado de origen divino, por lo que poseía todos los poderes del Estado: hacía las leyes y las ejecutaba.
El absolutimos tenía pocas límites legales, además sólo tenían cierta influencia en la vida política la alta nobleza con cargos desigandos por el Rey.
En la mayor parte de Europa se implantó este tipo de régimen absolutista desde el siglo XVII. El mayor representante de este modelo fue Luis XIV de Francia (1643-1715).
No obstante, había excepciones. En Gran Bretaña y Holanda había un sistema paralamentario que limitaba el poder real. Además, durante el siglo XVIII la monarquía absoluta se tuvo que adaptar a los cambios a través del despotismo ilustrado.
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