Hoy hacemos honor a la reina más grande de España, debido al final de la serie "Isabel" con una entrada a cargo de nuestra amiga y compañera, Marina Evangelista Pertiñez. Disfruten de la lectura.
En primer lugar quiero
dedicar este artículo a mis amigas Rebeca García Haro, creadora de esta
magnífica sección en la que hace honor a la historia de las mujeres y a
Estefanía Serrano Lahaba, ambas, grandes apasionadas de la Historia.
En segundo lugar,
realizar este artículo sobre Isabel I de Castilla, personaje histórico al que
admiro por ser una mujer fuerte, de carácter decidido, capaz de revolucionar la
figura de las mujeres en el trono en la España del siglo XV, por su constancia
a la hora de lograr lo que se proponía y por conservar y dejarnos en herencia uno de los
reinos más grandes y hermosos, el Reino de Granada.
En esa España compleja,
nace Isabel el 22 de abril de 1451, en el palacio de Madrigal de las Altas
Torres, un pueblo de Ávila.
La obsesión de todo
monarca era la sucesión al trono por lo que era muy importante el hecho de
tener un varón para dar continuidad a su legado. En el caso de Juan II de
Castilla, padre de Isabel, esa idea no le preocupaba puesto que tuvo un hijo
llamado Enrique de un anterior matrimonio.
Un fraile que vivía en
el palacio, Fray Llorente, permaneció al lado de Isabel durante muchos años
enseñándole a dar sus primeros pasos en la fe católica, hecho muy importante
puesto que la religión católica es la que marcará su vida y el futuro de la
España en aquel entonces.
Tras la muerte de su
padre, no les quedó una gran herencia y pasaron de vivir en la corte donde si
tenían atenciones a hacerlo en un modesto palacio sin ostentaciones. Tales
variaciones hicieron más fuerte a Isabel.
Cuando creció, su
hermano Enrique la llevó con él a la corte en Segovia para planear un futuro
matrimonio y ser educada por su mujer Juana de Portugal. Isabel no quería ir a
la corte puesto que las historias que se contaban sobre la vida que allí se
llevaba chocaban con su carácter reservado y espiritual. Este sería otro golpe
para Isabel.
De pronto el destino
volvía a imponerse en la vida de la joven que sufrió un cambio importante
pasando de ser una infanta despreocupada a entrar en la línea recta sucesoria.
Otro cambio para ella fue la elección de Fernando de Aragón como
esposo, negándose rotundamente a aceptar los pretendientes que su hermano
Enrique le impuso, mostrando así su rebeldía y oponiéndose a ser una mujer
sumisa.
El enlace matrimonial se produjo el 19 de
octubre de 1469. La vida que tendrían por delante estuvo llena de sacrificios e
intenso y duro trabajo.
Los años de reinado que
desarrolló la hicieron merecedora de convertirse en la reina más importante que
ha tenido nunca España, por su empeño, eficacia sobre su cargo.
Cuando Isabel contaba con 52 años, comenzó a tener fiebres, se le hinchaban las piernas, aumentó de peso y aparecieron úlceras en sus piernas las cuales fueron atribuidas a sus viajes a caballo. Tuvo dificultad para caminar, teniendo que trasladarse en una litera hasta quedar finalmente postrada en su lecho. Incluso estando enferma siguió ocupando su cargo como Reina, enfrentando a sus enemigos hasta el final, como al hijo de Juan Pacheco, el marqués de Villena al que dedicó esta célebre frase
" Sabed que viví igual que morí, plantando cara a mis enemigos". Finalmente la que tan católica vivió, igualmente murió ya que consciente de su desenlace mandó misas por su alma. El 26 de noviembre de 1504, fallecía la Reina a los 54 años, en el Palacio Real de Medina del Campo (Valladolid). Sus restos mortales descansan en la Capilla Real de Granada junto a los de su esposo, su nieto Miguel, su hija Juana, a la que dedicare otro artículo, y su esposo Felipe "el Hermoso".
En definitiva fueron
muchas las causas que llevó a cabo con determinación y sin retroceder en sus
decisiones. La más importante de todas sus hazañas fue su compromiso con la creación
de una unidad nacional, construyendo la unión entre Castilla y Aragón necesaria
para que podamos hablar hoy día de España como país. España debe buena parte de
lo que hoy es a Isabel la Católica, que creyó en la unión de los pueblos.
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