En esta entrada, me voy a basar en el libro editado por Pilar Folguera junto a varias colaboradoras, El Feminismo en España. Dos siglos de Historia (Siglos XIX y XX). Forma parte de una serie de ponencias que tuvieron lugar en un curso sobre “El feminismo en España”, que se realizó en el año 1988, y que posteriormente se editó por la Editorial Pablo Iglesias.
Antes de hablar sobre
los primeros esbozos feministas en la historia de España Contemporánea, debemos hablar del
lugar que ocupó la mujer en el Antiguo
Régimen.
A rasgos generales,
sabemos que el papel femenino siempre estuvo relegado a las tareas del hogar
(tanto dentro como fuera del matrimonio), el mundo espiritual, o incluso la
prostitución.
Si hemos de hablar en
la Edad Moderna de la primera figura que abriese un poco el camino crítico ante
la discriminación de las mujeres, ese sería el Padre Benito Feijoo. Sería el primero que hablaría de las mujeres
en un tono más amable.
Pero si hay que
destacar una figura importante en el Antiguo Régimen, esa es Doña María de Zayas. Esta fue una literata que escribiría en sus
obras la situación por la que las
mujeres pasaban. Más adelante, la inquisición terminaría por vetar su
obra.
Aún así, la lucha por las mujeres será algo inocuo
en la sociedad española hasta bien entrado el siglo XIX.
Dos figuras resaltan
por encima de cualesquiera: Doña
Concepción Arenal y Doña Emilia
Pardo Bazán, dos mujeres que intentarán hacer frente a la situación de las
mujeres y su discriminación en el tiempo que les tocó vivir, y que marcarán el final del siglo XIX y el comienzo del XX.
En primer lugar, cabe
hablar del contexto que les tocó vivir a todas estas mujeres que históricamente cabalgaban entre la
República, la Monarquía, y la Restauración, los inicios del liberalismo e
incluso el ascenso de los movimientos de izquierdas y los partidos obreros, la
tardía revolución industrial española y la breve dictadura que acaecería al
final de la época de la Restauración.
Las mujeres, en este
contexto, seguían pintando lo que pintaban en épocas anteriores. Volvemos al
hogar, a la familia, a las calles… el modelo perfecto de mujer era la sumisa o
de la que se podía abusar y repudiar.
Pero por poco que
pareciese, una figura rompe los esquemas de la época. Esa será Concepción Arenal, o como sus más
allegados la llamaban, Doña Concha. Aunque anclada en un aferrado Cristianismo,
Concepción Arenal alzaría su voz durante los últimos años del siglo XIX para
protestar sobre la situación de las mujeres. Hablaba en sus escritos siempre
del pensamiento liberal, adaptándolo a las mujeres; de la justicia y las leyes, y de por qué estas
no amparaban de igual manera a las mujeres. El paso más importante quizás de su
carrera sería la obtención del puesto de Visitadora
Oficial de Cárceles de Galicia, en el año 1864.
Emilia
Pardo Bazán, otra gallega de nacimiento, se
caracterizaría por ser más liberal que Doña Concha, a pesar de ser discípula y
seguidora de ella. Hablaría de la mujer en términos pedagógicos, de su obligada
educación e instrucción, y también defendería sus derechos políticos, como el
derecho al voto como fundamental.
En conclusión, dos
mujeres que lucharon en un mundo de hombres que, coartaba cualquier intento de
emancipación femenino.
Hablemos ahora de los primeros años del siglo XX, en
los que nos centraremos en los inicios del siglo hasta la llegada de la II
República (14 de Abril de 1931).
Ya hemos visto cómo
habría sido hasta ahora el papel de la
mujer española. Pero un acontecimiento histórico sin precedentes va a cambiar
la historia de las mujeres en los países occidentales: la I Guerra Mundial.
Como ya sabemos, la
llegada de la primera Gran Guerra, haría que
las mujeres de los países beligerantes ocupasen en fábricas y
hospitales, los puestos que los hombres habían dejado vacíos en su obligación
de ir a la guerra.
España, a pesar de no
ser país beligerante, sufriría las consecuencias internacionales de esta gran
guerra, siendo la más importante la crisis económica y la subida de los
precios.
Esto tuvo consecuencias
directas para las mujeres, que por primera vez saldrían de sus casas no solo para
ser asistentas o trabajar en algunas manufacturas, sino como mano de obra en fábricas.
Además estos son los
años de la industrialización en España, que va a tener una cierta expansión
durante la Dictadura de Primo de Rivera.
Comenzarían a aparecer
las primeras organizaciones femeninas,
que si bien no son de carácter puramente feminista ni sufragista, comienzan a
realizar algunas reivindicaciones para las mujeres. Estas organizaciones
estarían influenciadas por los movimientos sufragistas tanto europeos como
norteamericanos.
Pero no será hasta la
llegada de la II República cuando la discusión sobre el derecho al voto
femenino de paso a toda una serie de derechos que respaldarían a las mujeres.
Hasta ahora hemos visto
una mujer dependiente, dócil, manipulable… una mujer que ha de adaptarse a
condiciones sociales y políticas que no le pertenecen.
El desarrollo de la
historia de las mujeres durante la II
República y su papel en la Guerra civil, lo conocemos bien gracias a la
cultura popular, pero merece la pena recordarlo, y merece la pena recordar las
causas que llevan a conseguir numerosos derechos durante la República y de qué
manera los pierden.
La llegada de la II República, en una situación
atípica en el contexto mundial, representaba la necesidad de un ansiado régimen
democrático en el país. Pero una democracia que no solo afectaría a hombres,
sino también a las mujeres.
La República habría de
dotarse de credibilidad, y para ello debería contar con el ala femenina del
país. En este momento sería cuando las mujeres estuviesen representadas en el
Parlamento Español por propias mujeres, destacando grandes figuras como Clara Campoamor (por el Partido
Radical) y Victoria Kent (por el
Partido Socialista).
Estas dos mujeres
representarían dos alas enfrentadas en el Parlamento:
-
La que estaría a favor de dotar a la mujer del derecho al voto;
representada por Clara Campoamor.
-
La que estaría a favor de abstener a la
mujer del derecho al voto; representada por Victoria Kent.
El tema del sufragio
femenino daría lugar a un largo debate que tendría que ser sacado adelante por Clara Campoamor a través de términos legales, jurídicos e históricos, pues
aunque el ala de Victoria Kent hablase de que no era momento para dotar a la
mujer del derecho al voto porque no estaba preparada por su histórica relación
con la iglesia y la derecha, Clara
ganaría la batalla alegando que si la República no dotaba a la mujer del voto,
más tarde podría hacerlo la coalición de derechas y llevarse los votos del
sector femenino.
Otros logros serían
igual de importantes para las mujeres
durante la República, como el derecho a la educación, a la atención sanitaria,
al divorcio y al aborto.
Ya durante la Guerra Civil, en el bando
nacional comenzaría a perfilarse el modelo nuevamente de mujer sumisa, y en el bando republicano, figuras
como Lucía Sanchez Saornil, Federica Montseny o Dolores Ibárruri, promulgarían la lucha
de la mujer por la causa republicana.
Para hablar sobre las
mujeres durante la etapa franquista,
debemos hacer referencia a lo que ya sabemos o a lo que acabamos de ver desde
la República hacia los inicios del feminismo. Así dividiremos el feminismo en
dos etapas, una de progreso o evolución, y otra de estancamiento y retroceso
con el golpe franquista de abril de 1936.
En la primera etapa
podemos hablar de una mujer que gracias en parte a los cambios no solo sociales
sino también económicos, va a poder desarrollar toda una serie de trabajos que
se salen del ámbito del hogar, pues existe la necesidad de obtener una renta
más desahogada en los núcleos familiares debido a la cada vez más fuerte
implantación del consumismo y el dinero como elemento esencial. Los principales
logros de esta etapa serían la implantación de la alfabetización en algunos
sectores femeninos y la emancipación de la mujer en los núcleos familiares
tanto por parte de sus padres como de sus maridos. También se educaría a los
hijos para que llevasen a cabo una emancipación más temprana.
Pero la llegada del Franquismo haría que todo esto cayese. Todos los logros que la II República (ya
fuesen por las razones que fuesen) había conseguido por las mujeres se verán
frustrados por la dictadura. Y es que uno de los elementos más importantes del
pensamiento fascista es la familia como núcleo básico, en el cual sus
diferentes elementos han de cumplir su función que les es propia.
En el caso del
franquismo, junto con un catolicismo exacerbado. La mujer quedaría relegada de
nuevo a las tareas del hogar, al cuidado de los hijos y del marido, alabando el
modelo de mujer católica y sumisa. El hombre, por el contrario pasaría
nuevamente a ser el cabeza de familia. Resurgiría en España lo que conocemos
como sistema patriarcal, acompañado de un catolicismo y una creencia nula en
las capacidades de las mujeres, más que las maternas y del hogar.
Nos encontramos frente
a unas mujeres que han vivido su juventud con las libertades de la II República
y que ahora se van a ver cohibidas y coartadas sin más razón alguna que la
instauración de un régimen dictatorial, que han de hacer frente a las
consecuencias de una desgarradora guerra, a una dura postguerra.
Mujeres que han de
adaptarse a hombres que acaban de salir de una guerra que ha hecho de ellos
carne de cañón, una guerra que ha hecho medir a los hombres por su “valentía” y
“masculinidad”.
Pero aún así, en la
posguerra, habría mujeres dispuestas a no luchar desde el silencio, mujeres
que protagonizaron escenas tales como las huelgas de hambre en las cárceles de
Ventas y Segovia. Además de estas, también estarían las mujeres de los presos,
que lucharían por mantenerse en la vida
cotidiana a pesar de seguir casadas con “rojos” o “comunistas”.
Pero, aunque las
mujeres sigan practicando una lucha incesante, y apoyen a sus maridos o se
subleven desde las cárceles, hemos de
saber que la izquierda masculina, no mostró mayor apoyo a las mujeres que la
derecha. Pues a pesar de la solidaridad que las mujeres mostraron con los
militantes y los grupos de colaboración que crearon fuera de las cárceles en
apoyo a los hombres, nunca se dio el caso contrario. Es decir, la mujer durante
la posguerra y la dictadura siempre hubo de luchar sola, tanto en un lado,
como en otro.
Esto daría lugar a que
las mujeres se uniesen entre ellas para luchar por la causa femenina, así entre
finales de los 50 e inicios de los 60, comenzarían a agruparse en asociaciones
que lucharían desde las asociaciones de derechas para pasar más desapercibidas.
Mujeres urbanas, cultas e ilustradas que
comienzan a realizar acciones más propiamente feministas. Esto se extendería
durante los años 70. Destacaríamos la figura de María Laffitte, Condesa de Campo Alengue.
Con la caída del régimen franquista,
España irá poco a poco adaptándose a Europa en todos los sentidos. Uno de ellos
será la posición de las mujeres en la sociedad española. Llaman la atención
sobre todo, aspectos como la introducción en el mundo laboral de un gran número
de mujeres, la nueva educación sexual, y la capacidad de decisión propia.
Las mujeres van a ver
una apertura en el campo laboral, pudiendo cursar estudios superiores y accediendo
a puestos de trabajo cualificados y bien remunerados, aunque evidentemente con
diferencias salariales con respecto a los hombres.
Las mujeres estarán más
y mejor educadas sexualmente, llevando a cabo medios para el control de la
natalidad y para la prevención de enfermedades de transmisión sexual. La mujer
será más libre en lo que concierne a las decisiones sobre su cuerpo y su
sexualidad, y sobre su decisión de ser madre o no. Así las uniones
matrimoniales también descenderán, y habrá más mujeres solteras por decisión
propia.
Es decir, se percibe
una evolución en las relaciones de género dentro de diversas áreas:
- Instrucción de las mujeres similar a la
de los hombres.
- Independencia jurídica progresiva.
- Incorporación al trabajo asalariado.
-
Reducción de la jornada de trabajo
doméstico.
-
Deseo cada día mas generalizado de
independencia económica y afectiva.
Así pues, durante la Transición democrática, la
lucha de las mujeres estaría
representada a través de dos vías básicas. Por un lado, tendríamos las
agrupaciones de mujeres por el feminismo, que intentarían propugnar un
feminismo de la igualdad dentro de la sociedad. Por otro lado, tendríamos la lucha
feminista dentro de los partidos, tanto de izquierdas como de derechas, que
propugnaban la igualdad de los sexos en materia socio-política en los programas
de los distintos partidos que apoyaban el ascenso de la mujer hacia unas
condiciones igualitarias.
Pero tras la
celebración de las Jornadas Feministas en Granada en Mayo de 1979, el feminismo
inició una crisis entre dos vertientes:
-
“Feminismo
de la igualdad”: Desde el feminismo de la
igualdad se asume una postura crítica hacia el mundo masculino,
la división sexual del trabajo y el patriarcado. Tiene su origen en
la Ilustración y la redefinición del concepto de ciudadanía y universalidad
(Celia Amorós) así como en el sufragismo y los partidos y organizaciones
de izquierdas. Negocia cambios legislativos y normativos para lograr la
igualdad de las mujeres con los hombres y eliminar "cualquier diferencia
artificial basada en el sexo, los privilegios de un sexo sobre el
otro". (Empar Pineda). Desde el feminismo de la diferencia se le acusó de
complicidad e identificación con el opresor.[1]
-
“Feminismo
de la diferencia”: No hablan de desigualdad, sino de
diferencia. Y plantea la igualdad entre mujeres y hombres, nunca de las mujeres
con los hombres. (Sendón de León). Frente al liberalismo, el marxismo y otras
ideologías que consideran masculinas, proponen construir una feminidad que sea
de por sí "sujeto revolucionario". La liberación de las mujeres
pasaría así por remarcar su diferencia sexual y dejar de tener como punto de
referencia a los varones.[2]
A partir de 1982, se
produciría entonces una total dispersión de los distintos grupos y
organizaciones feministas. Esto se produce a
razón del deseo del movimiento
feminista de disgregarse de las distintas instituciones para la
continuación de su lucha.
Paralelamente surgiría
lo que conocemos como “feminismo
institucional” con la creación en 1983 del Instituto de la Mujer, para poner en marcha desde los gobiernos,
políticas de igualdad entre sexos.
También, la agrupación
de mujeres feministas en colectivos profesionales, permitiría el desarrollo del
“feminismo sectorial” o “profesional”.
Pero sin duda, el paso
más amplio a nivel social durante los primeros años de la democracia, sería la concienciación de las mujeres de a pie,
es decir, de aquellas que no pertenecerían a ningún sector del feminismo, sino
que lucharían por la igualdad desde los contextos más populares, como la
familia, los amigos, la pareja o el
trabajo.
Más adelante, la
consecuencia de todo esto, será la aparición del “feminismo académico”, es decir, el estudio sobre las mujeres desde
las universidades, la colaboración entre los investigadores para dar salida a
una nueva Historia de las Mujeres y hacer posible una revisión historiográfica
de ellas. Para ello fue muy importante la creación de los Centros de Estudios
de las Mujeres, dirigidos por distintas universidades (una de las más
importantes será la de Granada), en los que investigadoras e investigadores
pondrán todo su empeño por dar a las mujeres un espacio a nivel académico.
En
conclusión, podemos hacer referencia a la historia
de las mujeres en España en la actualidad. Las mujeres españolas intentan cada
día adaptarse a un mundo que cambia constantemente, un mundo en el que se dejan
ver un poco más integradas pero en el que aún queda mucho por hacer.
Las mujeres españolas
deben concienciarse a sí mismas de que tienen una historia propia y que han de
construirla.
Las mujeres (todas), deben luchar ser escuchadas y respetadas como iguales en una sociedad
aún marcada por el patriarcado, que se manifiesta de distintas formas y a
diferentes escalas. En nuestra sociedad occidental, actúa a través de lo que se conoce como el
capitalismo simbólico, pues los medios y la cultura que nos rodea, siguen
reflejando una visión dicotómica entre hombres y mujeres, y da a cada uno su
lugar.
Es tarea de todas las
personas cambiar el mundo que nos rodea para hacerlo un poco mejor, y la lucha
por la igualdad de las mujeres y de otros sectores marginados como los
homosexuales, transexuales o bisexuales, es uno de los grandes pasos que hacen
falta para crear una humanidad mejor.
R.G.H.
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